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Say it isn’t so, José // Por Patty War

Una de las cualidades más difíciles de adquirir para un periodista deportivo es la de comprender que entre los atletas no hay héroes ni villanos, sino solamente seres humanos con defectos y virtudes.


Así, podrá uno analizar con objetividad el comportamiento adentro y afuera del terreno de juego de un pitcher de portentosas hazañas, pero que terminó de narcotraficante; de un fantástico bateador y corredor de bases que resultó tener un problema de ludopatía; de uno de los mejores jardineros de la historia del béisbol mexicano, pero que cometió el delito de estupro; o de un equipo que ganó la Serie Mundial con trampa.


Son solamente seres humanos y así hay que retratarlos.


Sin embargo, cuando veo las transmisiones de la Serie Mundial de Ligas Pequeñas en Williamsport, siempre me llama la atención que al presentarse ante las cámaras, se pide a los peloteritos que digan a qué beisbolista admiran. Salen nombres como José Altuve, Carlos Beltrán, Alex Rodríguez, Melky Cabrera, Bartolo Colón y seguramente hace algunas décadas Esteban Loaiza fue mencionado.


Me pregunto ¿Serán conscientes estos atletas de la responsabilidad que implica portar un uniforme de grandes ligas? ¿Ser admirados por niños y jóvenes y ser vistos como ejemplo a seguir?


Ojalá la admiración de los chiquitos de Williamsport se basara en los peloteros que son acreedores al premio Roberto Clemente, ahí de menos estaríamos hablando de jugadores generosos y socialmente responsables. El último ganador de este premio de la organización de los Astros fue Craig Biggio hace doce años y dudo que esa distinción regrese a Houston próximamente.


Los atletas profesionales están en todo momento ante los reflectores y tienen, les guste o no, estén o no de acuerdo, la obligación de comportarse ejemplarmente, al menos mientras porten el uniforme de su equipo ¿Por qué? Simplemente porque esos seres humanos imperfectos son héroes de millones de aficionados jóvenes. Es por eso que periodistas, padres, tutores y maestros deben enseñar que una cosa es el atleta y otra la persona.


No es cosa fácil. Quien escribe por ejemplo, veía en Pete Rose a un héroe mitológico y resultó ludópata (adicto a los juegos de azar), entre otras muchas deficiencias morales. La lista es larga, Alex Rodríguez, Roger Clemens, de la NFL, Ray Lewis… y sí, también Esteban Loaiza y más recientemente, José Altuve.


¿Qué haremos los millones de aficionados que considerábamos al venezolano como uno de los bateadores más importantes de esta era? ¿Borramos de nuestro corazón la emoción de aquel home run de José Altuve a Aroldis Chapman? ¿Borramos el quinto juego de la Serie Mundial de 2017, uno de los más emocionantes que recuerdo? ¿Qué hago con mi bobble head de Altuve que, junto con una pelota de los Astros, reposa todavía en la repisa?


No es un tema fácil porque duele. Como le dijo un niño a Joe “el Descalzo” Jackson afuera de la corte en 1919 cuando el tema terrible de los Black Sox que vendieron la Serie Mundial: Say it isn’t so, José.


Patricia Guerra

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