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El día que Jimmy O’Connell lo perdió todo

El jardinero de los Giants de Nueva York fue relegado del béisbol, sin embargo es claro que no era el único que estaba detrás de la intención de corromper a los rivales.


CDMX (Patty War / 643 Network).- Muy poco tiempo después del escándalo más notorio que ha vivido el beisbol profesional en los Estados Unidos, el tristemente famoso asunto de los “Medias Negras” de Chicago, que vendieron la Serie Mundial de 1919, el beisbol se cimbró con otro asunto de integridad del juego. Solamente cinco años pasaron antes de que otro turbio tema inundara la prensa a nivel nacional.


La presencia del Alto Comisionado Kenesaw Mountain Landis y su famosa advertencia a dueños, peloteros y managers de mantenerse alejados de las apuestas bajo pena de correr la misma suerte que Joe Jackson el “Descalzo”, es decir, despedirse para siempre del beisbol.


Las apuestas, eso quedaba claro, pero ¿y los sobornos?


Corría el final de la temporada de 1924, un año de esos llamados “locos” de la segunda década del Siglo XX. Las señoras con su cabello corto, sombrero y vestidos largos y angostos, sin acinturar. En México Álvaro Obregón cedía la presidencia a Plutarco Elías Calles.


En Nueva York, los equipos locales se enfrascaron en una carrera por ganar el campeonato de la Liga Nacional. Por un lado, los de Brooklyn, que todavía se llamaban Robins (después Dodgers), que contaban con el mejor pitcher de su generación, el fabuloso Charles “Dazzy” Vance, quien terminó siendo nombrado MVP de esa campaña.



El otro equipo de Nueva York, los Gigantes, estaban 1 ½ juegos detrás de Brooklyn cuando faltaban tres juegos para que terminara el rol regular. En ese entonces, el campeonato de la liga y el boleto a la Serie Mundial no se definía en los Playoffs, sino por la posición en el standing.


Ambos equipos estaban programados para enfrentar a dos rivales sotaneros. Los Gigantes a los Phillies y los Robins a los Bravos de Boston. Ninguno se podía dar el lujo de perder ese fin de semana.


El sábado 27 de septiembre de 1924, antes del juego, el outfielder de los Gigantes Jimmy O’Connell tomó su sombrero de carrete, se puso un saco a rayas y se dirigió al Hotel Arlington donde se encontró con Heinie Sand, el short stop de los Phillies. Ahí mismo, O’Connell le ofreció al campocorto $500 dólares si se comprometía a “dejar de batear”.


O’Connell habló en los mismos términos con Frankie Frisch, Ross Youngs y George Kelly, pero no tuvo éxito con ninguno. Al contrario, Sand reportó el incidente con su manager, quien a su vez, implicó al temible juez Landis.



A los Gigantes no les hizo falta hacer trampa porque se quedaron con el campeonato de la Liga Nacional. El que perdió todo, su trabajo, su futuro y la oportunidad de crecer en la única actividad profesional que conocía fue O’Connell. Irónicamente, fue castigado por decir la verdad. Todos los demás involucrados se deslindaron.


En esos tiempos, era imposible que un pelotero tuviera el suficiente dinero para ofrecer $500 a cuatro contrincantes ¿Quién lo mandó? Nunca sabremos porque a pesar del oscuro panorama, O’Connell no acusó a nadie, ni a Cozy Dan, el coach, ni a John McGraw, el manager.

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